Tras siete años, la Argentina hace su primera licitación de deuda dirigida a los inversores internacionales. Forma parte de la estrategia destinada a reforzar las reservas por una vía que no es la tradicional de que el Banco Central intervenga en el mercado de cambios. Es uno de los focos que están mirando con atención quienes toman decisiones de inversión y, por supuesto, el FMI. El otro está vinculado con la expectativa generada en las compañías tras la decisión de levantar el cepo cambiario para individuos el 14 de abril.
Tras ese anuncio de alto impacto, se empezó a complicar el panorama de reservas del Banco Central -están totalmente estancadas-. La variable clave que mira el mercado está vinculada con la cuenta corriente de la balanza de pagos, que refleja el ingreso y salida de capitales de la Argentina, y se encamina a ser fuertemente deficitaria este año.
“No nos va a pasar lo que ocurrió en el gobierno de Macri”, se atajan en las oficinas cercanas al ministro de Economía, Luis Caputo, quien -vale recordarlo- fue un protagonista relevante también de aquella gestión.
En la segunda parte de su administración, el gobierno de Macri se enfrentó a una severa crisis de confianza, con pérdida de reservas y presiones devaluatorias. Todo terminó en un desembolso récord por parte del FMI, avalado ahí también por el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La asistencia récord permitió calmar las aguas solo un tiempo, ya que el resultado adverso al gobierno en las PASO 2019 terminó derivando en el retorno de los cepos, luego reforzados por el regreso del kirchnerismo. Deberían pasar casi seis años para que el gobierno de Javier Milei anunciara que se levantaban los controles para los individuos.
Pero en el mercado destacan que la gran diferencia con 2018/19 es que, desde febrero de 2024, el salario en dólares tiene una trayectoria de recuperación gradual, pero sostenida, en el mes a mes, y los últimos datos de 2025 muestran que las remuneraciones hoy se encuentran sólo 3,1% por debajo del nivel de noviembre de 2023. Esta dinámica también puede interpretarse en “clave electoral”.
Así, aunque los comicios de 2025 impliquen renovaciones en el plano legislativo, la decisión del gobierno de “nacionalizar” las campañas se apoya en que confía en que, con inflación en baja, el fin del cepo al dólar para individuos, la calma cambiaria y la leve recuperación del consumo, las chances electorales aumentan.
Si bien hay optimismo en que el gobierno tiene posibilidades de ganar las elecciones de octubre y mejorar su posición relativa en el Congreso, la pregunta que suena en el mercado es qué hará con mercado cambiario. ¿Después de los comicios continuará el esquema de bandas con un BCRA atado de manos para comprar divisas si no se llega al piso, que ahora ya es inferior a los $1.000?
Es que el crecimiento incluso superior al 6% esperado para el Producto Bruto este año y la mejora de los salarios en dólares, no tiene un correlato en la evolución de las cuentas externas, sino lo contrario. En los últimos doce meses, se produjo una suba del 38,5% en las importaciones no energéticas, que pasaron de 4,5 mil a 6,2 mil millones de dólares por mes.
Expertos explican que por cada punto de recuperación del PIB suben 5 puntos las importaciones no energéticas, y así afectan la balanza de pagos.
Según el último informe difundido por el FMI en el marco del acuerdo con la Argentina, para este año se preveía un déficit de la cuenta corriente del balance de pagos de 2,7 mil millones. Esa cifra, si se producía un ingreso de capitales adecuado, permitiría al mismo tiempo acumular reservas en el Banco Central y financiar el exceso de importaciones sobre exportaciones, según los cálculos de los técnicos del Fondo.
El problema -alertan analistas- es que esas estimaciones fueron demasiado optimistas. Según un informe de la Fundación Mediterránea, los datos de los cuatro primeros meses del año “apuntan a una fuerte corrección a la baja del superávit de comercio de bienes y al alza en el rojo de la cuenta de servicios reales que incluye turismo”.
El instituto IERAL, el centro de estudios de esa fundación con sede en Córdoba, estimaba el déficit de la cuenta corriente para 2025 en unos u$s 8.000 millones, pero ahora alerta que, al ritmo actual, “seguramente habrá que hacer correcciones al alza”.
Es que mientras en el primer cuatrimestre de 2024 el superávit comercial de bienes fue, en promedio, de 1.560 millones de dólares, en lo que va de 2025 ese saldo ya se recortó a 316 millones.
Para el economista Jorge Vasconcelos, un incremento del déficit de las cuentas externas no necesariamente anticipa una crisis. “Las cifras pueden ser manejables, pero exigen una macro que atraiga crecientes influjos de capital (inversión extranjera directa) para sostener el andamiaje”.
“El punto está en que faltan etapas por cumplir en el levantamiento del cepo (restan personas jurídicas) y que los requerimientos de refinanciación de la deuda externa promedian los u$s 15.000 millones por año hasta 2027, solo considerando los vencimientos de capital, lo cual requiere una prima de riesgo país bastante por debajo de la actual”, explica.
Mariano Fernández, economista de la Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos (UCEMA), critica la estrategia del gobierno de “sostener el tipo de cambio oficial y convalidar un retraso cambiario”. Y advierte que “va a terminar en lo que en términos técnicos llamamos una crisis de balance de pagos”. Mientras tanto, los datos que se van conociendo reflejan la sangría en esa variable clave, que afecta tanto a la balanza de bienes como la de servicios. El caso de viajes y turismo podría alcanzar un nivel de déficit récord este año. Especialistas señalan que incluso podría superar el récord negativo de u$s10.700 millones ocurrido en 2017.



